lunes, 18 de mayo de 2015

La Catedral Gótica

Durante siglos, la iglesia había divulgado, a lo largo de toda Europa, la idea de que Dios era lo más importante de la Vida, el principio de Todo. Los pueblos daban gracias a Dios por su bondad cuando prosperaban e imploraba su misericordia cuando sufrían una calamidad. Si esto sucedía, era que - pensaban - se habían hecho ellos mismos acreedores del castigo divino.

Durante el siglo XIII, Dios fue generoso con el pueblo de Francia y, especialmente con la ciudad de Chutreaux. No hubo guerras y la peste se mantuvo alejada. El tiempo fue clemente con los campesinos, que tuvieron suficientemente para alimentarse, y los negocios de los mercaderes progresaron. La ciudad de Chutreaux quiso dar, públicamente, gracias a Dios por tantas bendiciones y comenzó a pensar en construirle una nueva catedral.

El nuevo templo sería también un digno lugar de reposo para los sagrados restos de San Germán, caballero de la Primera Cruzad, cuyo cráneo y un índice había sido enviados pocos antes de Constantinopla por Luis IX. Reliquias similares eran veneradas en toda Europa. La construcción de una nueva catedral era, además, una idea atrayente por otro motivo. En aquella época, las vecinas ciudades de Amiens, Beauvois y Reims estaban construyendo nuevas catedrales y el pueblo de Chutreaux no quería ser inferior a ninguna de ellas, ni en lo humano, ni en lo divino.

La decisión definitiva se tomó en el año 1252, cuando un rayo daño gravemente la vieja iglesia. Así el pueblo de Chutreaux se empeño en la construcción de la iglesia más grande y más bella de toda Francia: era para gloria de Dios y poco importaba que hubieran de emplearse más de 100 años en la obra.

A pesar de que la cabeza visible de la iglesia era el obispo, el presupuesto lo controlaba el grupo de eclesiásticos que constituían el cabildo. Así fue éste el que contrató al arquitecto flamenco Guillermo de Planz, quien, anteriormente había trabajado en Francia, Inglaterra y Alemania.

El cabildo le instó para que proyectara y supervisara la construcción de la nueva catedral, y contratara los maestros de obra que debían trabajar a sus órdenes.

Entre los artesanos que colaboraron habían excavadores, picapedreros, escultores, empastadores, albañiles, carpinteros, herreros, hojalateros y vidrieros.

Cada maestro artesano estaba al frente de un taller de su especialidad. Había también muchos aprendices, que trabajaban en un oficio con la esperanza de llegar algún día a maestros. Los trabajos más duros lo realizaban los peones, es decir, hombres que no conocían ningún oficio. Unos procedían del propio Chutreaux, otros de los campos próximos y había incluso algunos antiguos cruzados.

Cada taller precisaba sus propias herramientas. Las de metal eran fabricadas por el herrero y las de madera por expertos entalladores, pero los que necesitan un mayor número de ellas eran el del maestro cantero y el del carpintero.

Guillermo se puso inmediatamente a trabajar pero tuvo que romper muchos bocetos antes de logra el proyecto del cual se mostrara plenamente satisfecho.

Lo realizó teniendo en cuenta, por una parte las enseñanzas adquiridas en sus numerosos viajes, y por otra, las instrucciones que le había dado el cabildo en el sentido de construir la catedral más grande y hermosa posible. Cuando el proyecto estuvo terminado, lo dibujo en dos grandes planchas de yeso y lo presentó al obispo y al cabildo para su aprobación. En una de las planchas había dibujado la planta, con indicación expresa de las diferentes partes. En la otra estaba representada la estructura vertical de una pared, señalando sus diferentes elementos desde el basamento hasta la bóveda.

Inmediatamente después de la aprobación del Proyecto, el maestro carpintero, sus aprendices y 150 peones fueron enviados al bosque de Chantilly, donde el maestro carpintero debía supervisar la tala de la madera necesaria para la construcción de la Viguería de la Iglesia, los talleres y la maquinaria.

Por estas fechas, el superintendente de la cantera, junto a 50 aprendices y 250 peones, se trasladó al valle del Somme, famoso por sus piedras calizas, a supervisar los trabajos de extracción. Muy cerca de la herrería se construyó un taller para los canteros, de forma que éstos pudieran reponer fácilmente las herramientas desgastadas por el uso, cosa muy frecuente. Los peones, por su parte, ayudaban a los canteros en la extracción de los gruesos bloque de piedra. Estos eran después tallados, cincelados y martilleados de forma que se correspondieran con los modelos o escantillones entregados por el maestro de obras. Cada bloque era marcado tres veces; una, para indicar su lugar de colocación en la catedral; otra, para señalar la cantera de procedencia y otra para indicar el nombre del cantero que había tallado la piedra y pagarle, también a él en consonancia con el trabajo realizado.

El 24 de mayo de 1252, los obreros comenzaron a allanar el terreno destinado a la nueva catedral. Las ruinas de la antigua catedral fueron totalmente demolidas, a excepción de la cripta, donde estaban sepultados los primeros obispos de Chutreaux. Puesto que la nueva construcción debía ser mucho más grande que la procedente, fueron demolidas también algunas casas y un ala del palacio episcopal. Una vez allanada la parte oriental, se señalizo con estacas la posición del ábside y del coro.

Se construyeron barracones en donde los obreros pudieran comer, descansar e, incluso, trabajar en los días de mal tiempo. Se dispuso asimismo una nueva fragua para la construcción de los útiles metálicos necesarios. Por fin, los obreros comenzaron la excavación de los cimientos. Estos debían constar de gruesos muros de ocho metros de profundidad, suficientes para sostener todo el peso del edificio sin desnivelarse.

Para la construcción del techo se trajeron de Escandinavia gruesos troncos de madera de cerca de 18 metros de longitud. Pronto, comenzaron a llegar al puerto de Chutreaux los primeros envíos de madera y piedra, ya que el transporte por barcazas a través del río resultaba mucho más practicables que por vía terrestre. La descarga de tan pesado material se realizaba por medio de grúas y árganas, que, previamente, habían fabricado apropósito los carpinteros. Después, se transportaba en carros especiales hasta los talleres a pie de obra.

A mediados de noviembre se habían terminado de excavar los cimientos del ábside y del coro.

Una vez concluidos los cimientos, se comenzaron a levantar los muros. Los muros de una iglesia gótica, están constituidos, en lo fundamental por los pilares o columnas que sostienen la bóveda.

El espacio que queda entre los pilares está ocupado en su mayor parte por los maineles, y por la mampostería. Los pilares del coro, de cincuenta metros de altura y casi dos de grosor, fueron construidos con cuentos de bloques de piedra perfectamente tallados. Los maineles tallados según el modelo indicado en los escantillones, ya preparados anteriormente, se montaban conforme se construían los pilares.

Para la obra de mampostería se levantaban dos muros paralelos de piedra que, posteriormente, se rellenaban con una mezcla de argamasa y grava, ya que su construcción exclusivamente con piedra habría resultado demasiada cara.

Para resistir los empujes laterales de la cúpula, era necesario construir unos contrafuertes que sirvieran de refuerzo para los pilares. Su unión con éstos se hacía por medio de unos arcos de piedra, que recibían el nombre de arcos rampantes o arbotantes. Este sistema, al descargar los empujes laterales de la cúpula sobre los contrafuertes, permitía la erección de pilares esbeltos que dejaban abundante espacio libre para la apertura de huecos.

A medida que los muros ganaban en altura, se hacia necesaria la construcción de andamiajes. Estos se montaban con vigas atadas entre si. Sobre ellos se instalaban pequeños montacargas, a base de poleas, para izar los bloques de piedra y la argamasa. También se instalaban plataformas de trabajo o andamios de cañizo, a fin de que pudieran ser fácilmente trasladados de un sitio a otro.

La dificultad d hallar vigas suficientemente largas y el elevado costo de su obtención obligaban a encajar el andamiaje en los muros, sin tocar el suelo, y a irlo subiendo conforme avanzaba la construcción. Para llegar hasta él, no eran necesarios escaleras, puesto que los propios muros llevaban alojadas numerosas escaleras de caracol, hechas de piedra, que formaban parte de la estructura.

Para la edificación de los arbotantes se fabricaron unas cimbras provisionales de madera, destinadas a sostener las piedras del arco hasta que la argamasa se endureciera y cementasen entre sí. Las cimbras se construían en el suelo y después se hasta su sitio, fijándolas al pilar y al contrafuerte.

Durante el verano del año 1270 se terminaron las capillas del ábside y la mayor parte de los pilares y de los contrafuertes del coro. Asimismo, ya habían sido colocadas la mayor parte de las cimbras.

Durante el mes de noviembre, como en todos los inviernos precedentes, se cubrió la mampostería con paja y estiércol, para impedir quebrantara la cal antes de que fraguase. Durante el invierno, muchos albañiles regresaban a sus hogares, puesto que mientras durase la estación fría no podía preparase la argamasa. Otros trabajos, sin embargo, no se interrumpían, ya que, apoyados sobre los muros del coro, se habían levantado una serie de talleres y cobertizos provisionales, ocupados principalmente por los picapiedros y escultores, quienes tallaban tracerías y capiteles o esculpían figuras, a la espera del regreso de los albañiles en la primavera.

Los muros del coro estaban formados por tres partes claramente diferenciados entre sí. En primer lugar, la arcada de pilares, que alcanzaba una altura aproximada de 24 metros. En segundo lugar, el triforio, fila de arcos, de unos seis metros de altura, dispuestos delante de un estrecho corredor. En tercer lugar, los ventanales, galería de ventanas de unos 18 metros de altura que casi tocaban el techo.

Entre los años 1270 y 1275 se concluyeron los muros del coro y de las naves laterales, y se comenzó a trabajar la cubierta.

Para la construcción de la cubierta se emplearon grandes armazones triangulares de madera o de cerchas. Habían sido montadas anteriormente en tierra por los carpinteros, mediante un ingenioso sistema de ajustes que daba al conjunto una gran solidez. Después que el maestro carpintero diese el visto bueno a cada armazón, éste era desmontado cuidadosamente e izado, pieza a pieza, hasta el lugar donde debiese construirse la cubierta. Inmediatamente después, se procedía a su montaje y se reforzaban los ajustes mediante unos pasadores de madera de encina, ya que, en la construcción del armazón de la cubierta, no solía emplearse nunca clavos de hierro.

Las vigas de madera se izaban hasta la cubierta mediante un sistema de poleas fijado al andamiaje.

Sobre las vigas maestras se colocó un cabrestante que facilitó enormemente todo el trabajo de subida de madera destinada a la consolidación de cerchas.

Entre tanto, abajo, los hojalateros preparaban las chapas de plomo destinadas a cubrir y proteger la madera de las inclemencias atmosféricas. También fabricaban los tubos de desagüe y las canaleras. Por su parte, canteros y escultores se afanaban en la construcción de canaleras de piedra y gárgolas. Estas eran una s figuras de apariencia monstruosa, que se colocaban en los contrafuertes y estaban preparadas en su interior para recoger el agua proveniente de las canaleras; cuando llovía, expulsaban un gran chorro de agua por la boca.

Las gárgolas se unían con las canaleras de la cubierta mediante unos canales de desagüe que corrían por encima de los arbotantes. Las vigas del techo fueron cuidadosamente con pez para protegerlas.

Por último, se colocaron planchas de plomo, poniendo especial cuidado en no dejar ningún resquicio por el que el agua pudiera penetrar y dañar la estructura de madera de la cubierta.

En el año 1280 el coro estaba ya listo, para que comenzasen las obras de construcción de la bóveda; se iniciaron también los trabajos de cimentación del crucero. Mientras tanto, Guillermo, que ya no estaba en condiciones de supervisar continuamente la obra, había sido sustituido por Roberto de Cormont.

Para izar hasta el tejado el mortero y las piedras necesarios para la bóveda, fue necesario recurrir a dos instrumentos: el árgano y la gran rueda.

El árgano o cabrestante, utilizado ya antes para alzar las vigas de los techos, fue empleado para subir la rueda. Esta era lo bastante grande para permitir a uno o más hombres estar dentro de pie. En su centro, había un eje al que se fijaba una soga. Si un hombre comenzaba a andar dentro de la rueda, ésta giraba envolviendo la cuerda en torno a su eje. De este modo, podía elevarse, con un mínimo esfuerzo, cargas muy pesadas.

Para construir la bóveda se levanto un andamiaje de madera de 40 metros de altura, entre los dos muros del coro. Después se procedió a la colocación de unas cimbras similares a las que se habían empleado en la construcción de los arbotantes. Su misión era la de sostener las aristas o nervios de piedra de la bóveda hasta que se secara la argamasa. Solo entonces estarían los nervios en condiciones de sostener el techo.

El obispo de Chutreaux murió cuando se estaban colocando las cimbras de la bóveda. En señal de duelo, se interrumpió el trabajo durante siete días. Fue enterrado el día 14 de noviembre de 1821, 28 años después del comienzo de las obras.

Después de un solemne funeral, sus restos mortales recibieron sepultura en la antigua cripta. El 21 de septiembre, Rolando de Clermont en el nuevo obispo de Chutreaux.

Al reanudarse el trabajo se concluyó los arcos rampantes del coro y se prepararon las cimbras para empezar a colocar las primeras de las aristas de la bóveda.

A principios de mayo de 1302 estaban terminados el crucero y su bóveda. Como era la Fiesta del Primero de Mayo, todos abandonaron el trabajo para asistir a las solemnes celebraciones religiosas y acudir después a la feria.

Entre tanto, los vidrieros habían comenzado ya a construir las hermosas vidrieras de colores que debían adornar los grandes ventanales. El vidrio lo fabricaban a partir de una pasta compuesta de arena lavada y ceniza de haya, fundida a gran temperatura. Después de colorear adecuadamente la pasta con polvos metálicos tomaban una bola de vidrio fundido en el extremo de una caña hueca y, acto seguido, comenzaban a inflarla como si trataran de un globo. Después, imprimían hábiles y rápidos movimientos rotatorios a la caña hasta convertir el globo en una superficie circular. Entonces se desprendía ésta de la caña, se recalentaba y se terminaba de alisar convenientemente sobre una mesa dispuesta a propósito de esta operación. El patrón que se empleaba para dar forma al vidrio estaba previamente dibujado sobre una mesa especial, por lo que resultaba relativamente fácil cortar el vidrio con arreglo al modelo desead, gracias a su transparencia.

A mediados del verano de 1338 se colocaron las últimas esculturas en sus respectivas hornacinas. La obra estaba terminada. El 19 de agosto, el obispo y el cabildo precedieron una solemne procesión que recorrió las estrechas callejas de Chutreaux hasta llegar a la nueva catedral. La población entera se reunió para participar en la solemne ceremonia de acción de gracias.

Enormes pendones de colores colgaban de triforio y todos los candelabros de los pilares estaban encendidos. Cuando el coro comenzó a cantar, todo el edificio se inundó de notas melodiosas, y el pueblo compuesto por aquellos que comenzaron los cimientos se sintió lleno de alegría y emoción.

Durante ochenta y seis años, los ciudadanos de Chutreaux habían perseguido un objetivo y, fiablemente, lo habían alcanzado: habían construido la catedral más larga, más ancha, más alta y más bella de toda FRANCIA.

Catedrales Góticas


Fuente: El Rincón del Vago (Usuario: Daniel)

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