lunes, 18 de mayo de 2015

El Arte Copto

Se puede afirmar que el arte copto nació como expresión autóctona de las poblaciones egipcio-cristianas, en contradicción con la cultura oficial helenística de Alejandría. Esto explica que se alejara del naturalismo helenístico hacia un arte cada vez más abstracto, en el que las imágenes sagradas se vuelven hieráticas, sobre fondos bidimensionales que rechazan toda ilusión de perspectiva, mientras los motivos decorativos se vuelven cada vez más geométricos.

Acaso el distanciamiento entre la iglesia metropolitana y los monasterios del interior impulsó a muchos monjes coptos a emigrar, para establecer cenobios en Occidente. El centro de su difusión en las Galias fue el monasterio fundado por el egipcio San Honorato en la isla de Lérins (en la actual Costa Azul), desde donde salieron a cristianizar la céltica Irlanda. Otros fueron al norte de África; otros a España.

En la historia del desarrollo de las formas del arte nuevo, Egipto contribuyó, pues, con su escuela copta que se alejó de la corriente cristiana oriental para exagerar ciertos dogmas o interpretarlos con sentido propio. Quedan aún importantes ruinas de los grandes conventos de la Tebaida; todos tienen planta parecida: son grandes recintos rectangulares con una muralla lisa, terminada con la gola egipcia, y en el interior se levanta la iglesia, con las cúpulas en el crucero o en los ábsides.

Los edificios del siglo IV, como la basílica de San Menas, aún se parecen mucho a los modelos tardo-rromanos. Pero en el siglo V, con la fundación del Convento Blanco (Deir-el-Abiad) y la del Convento Rojo (Deir-el-Akhmar), los dos mayores centros monásticos de Egipto, ya aparecen las características peculiares de la arquitectura copta. El primero, fundado cerca de Sohag, hacia 440, por el propio Schenudi, tiene una iglesia con tres ábsides dispuestos en forma de trébol y una escalera para subir a las tribunas del piso superior que arranca del mismo nártex. El tipo del Convento Blanco, se repite en el Convento Rojo, más pequeño, y en la basílica de Denderah. En cambio, el convento de Jeremías en Saqqarah no tiene planta basilical sino cruciforme.

La escultura de los muros de estos monasterios recuerda el antiguo Egipto. Su hieratismo se adapta maravillosamente a las nuevas figuraciones cristianas mezcladas con temas de la mitología clásica (Leda y el cisne, el mito de Orfeo, etc.). Los capiteles, con la estilización de hojas espinosas y vides con racimos, recuerdan el tipo de capitel bizantino.

Las primeras manifestaciones de la pintura cristiana en Egipto se encuentran en las catacumbas de Alejandría, descubiertas en 1864 cerca de la columna llamada de Pompeyo. Hay allí frescos que repiten temas importados de Siria y Mesopotamia, como los de las catacumbas romanas. Más tarde, los monjes coptos pintaron iglesias y copiaron manuscritos, algunos ilustrados con fantástica originalidad, como los de los conventos del Fayum. Unos evangeliarios coptos del siglo VI, con cubiertas de madera, llevan pintados en las tapas los Evangelistas con el volumen de sus escritos en la mano. Es el primer caso de los santos redactores en pie, que se repetirá tantas veces en la Edad Media.


Pero todo lo que queda de pintura copta, lo mismo en frescos que en iluminación de manuscritos, es sólo para hacer deplorar más la falta de lo que destruirían los musulmanes en los saqueos de los monasterios. En los frescos historiados de los ábsides coptos, por desgracia tan escasos y aun mutilados, frecuentemente figuran la Virgen y los Apóstoles bajo la visión del Señor.

La pintura copta presenta un proceso de esquematización análogo al de la escultura, que aquí no se limita a la estructura gráfica de la imagen, sino que se nota también en sus relaciones cromáticas limitadas a pocos colores básicos: amarillo, rojo, y azul. Los centros más importantes de la pintura copta, además de los ya repetidamente citados de Saqqarah y Bauit, son Deir Abu Hennis (cerca de Antinoe), Abu Girge, el Convento Blanco y el Convento Rojo.

De gran importancia en el arte copto es el capítulo de los tejidos -de los que se han conservado muchos fragmentos, gracias al clima excepcionalmente seco de Egipto-, con trama de lino sin teñir y urdido de lanas de brillantes colores, muestran una geometrización de las figuras aún más atrevida que la de las pinturas, lo cual enriquece su finalidad suntuaria y les confiere un inimitable grado de potencia ornamental.

Fuente: Historiadelarte.us

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