A lo largo de la historia de las distintas culturas de la humanidad ha habido signos que han sido representados de manera constante por el hombre. Algunas de ellas son cruces, puntos, estrellas, formas poligonales, círculos, espirales y laberintos.
Este artículo pretende profundizar en la representación del laberinto en distintas culturas y periodos artísticos y el valor simbólico, artístico y visual de su representación en grabados, piedras, pinturas, dibujos y arquitectura.
LA SIMBOLOGÍA DEL LABERINTO EN LA HISTORIA DEL ARTE
La forma del laberinto como construcción y símbolo está presente en las más variadas tradiciones culturales de la humanidad, igual que la espiral o la cruz.
La idea del laberinto surge de lo más profundo de la mente humana. Desde la prehistoria el hombre, una vez perdido su instinto animal, siente temor ante la naturaleza, quizá por ello graba laberintos en las piedras, tratando de representar esa inquietud e incertidumbre ante los caminos desconocidos que se abren ante él.
Según Cirlot, “un laberinto es una construcción arquitectónica, sin aparente finalidad, de complicada estructura y de la cual una vez en su interior, es muy difícil encontrar la salida”. Se encuentran dos tipos concretos de laberinto, según su forma: el circular y el cuadrangular o rectangular. El cuadrado o rectangular es el más antiguo; la primera representación está en una tabla de Pilo y sirvieron de sello para algunas tumbas egipcias. El de tipo redondo aparece en el s. VII a. C en Italia, en las monedas de Cnosos a finales del s.III a. C. Los laberintos circulares también aparecen en Europa, a fines de la Edad de Bronce, los cuales han sido interpretados como imágenes en movimiento de los astros, según Waldemar Fenn.
Los laberintos también se clasifican básicamente en dos tipos o grupos, según la relación que existe entre su centro y la salida del mismo. El primer tipo de estos laberintos es el clásico o laberinto univiario. Este es el más sencillo de recorrer, pues debes pasar por todo el espacio hasta llegar a su centro, mediante una única vía, camino o sendero. Es decir carece de bifurcaciones y solo tiene una puerta de salida que es la misma que la de entrada.
El segundo tipo de laberinto es el de caminos alternativos, donde en su recorrido deberemos elegir entre un camino correcto y otro incorrecto que nos llevará o no a la salida del mismo.
El laberinto es un símbolo de gran fuerza en todo el mundo y este aparece en civilizaciones muy antiguas a través de inscripciones sobre piedras o metales. Uno de los laberintos más antiguos construidos fue el descrito por el griego Herodoto, el cual, se encontraba en Egipto. Fue construido en el s.XIX a. C, durante la dinastía de Amenemhat III y sirvió de residencia y sepultura del rey. Por lo visto el espacio era enorme, una obra con una distribución muy compleja (200 X 170 de lado), cuyas ruinas se han conservado hasta hoy. Herodoto explica que si se reunían todas las construcciones de Grecia, tal conjunto parecía haber costado menos trabajo y gasto que la obra titánica de Egipto. Tras el declive de la civilización egipcia, el laberinto perdió su lujo y poder y todos sus ricos materiales se volvieron a utilizar en otros lugares.
El laberinto egipcio sirvió de inspiración para crear una leyenda mitológica en Creta: El laberinto del minotauro. Según Plinio, este era de dimensiones mucho más humildes que el de Egipto.
El minotauro, como el laberinto, también es un símbolo universal que expresa una animalidad llena de terror y angustia. Sobre él pesa una culpa que no es suya, motivo por el que nació como una bestia y, lo peor de este personaje mitológico es que, le está negada su libertad y debe sobrevivir en un laberinto, construido por el famoso arquitecto Dédalo, alimentándose de carne humana. Este laberinto, construido por el arquitecto Dédalo, se hallaba bajo tierra y allí tenía morada el minotauro, mitad hombre mitad toro, a veces representado con tronco de persona y cuerpo de toro, como un centauro, y a veces era representado con la cabeza de toro y el cuerpo de hombre. Estudios recientes dicen que la fábula nace de la existencia de una gran gruta muy profunda, situada en una cantera abandonada cerca de Gortyna y no de Cnosos. Es posible que allí se encerraran a los prisioneros de las guerras, dejándolos morir de hambre y, este hecho diera origen a las juventudes sacrificadas por el minotauro. Según la leyenda, la ciudad de Atenas perdió una batalla contra Creta, y a sus habitantes se le impuso la orden de ofrecer el sacrificio de
catorce jóvenes al minotauro .Estos eran soltados en el laberinto y se convertían en presa fácil de la bestia.
De aquel laberinto no hay rastro alguno, si es que acaso existió, sólo quedan como huella de esa historia, las monedas de Cnosos que, tenían acuñadas en el anverso de las caras al minotauro o al laberinto.
También la mitología desvela que en el Palacio de Minos, en Cnosos
figuraban sobre sus muros innumerables representaciones de una doble hacha (labrys), símbolo heráldico del monarca. La complicada planta de este edificio fue hallada por el arqueólogo Evans. Parece ser que la simbología de este laberinto procede de los cultos a la diosa madre, religión que fue llevada desde el Mediterráneo oriental a occidente por los primeros pueblos que trabajaron los metales. Ello explica que en esta simbología aparezca el hacha y que el motivo
del laberinto determine la analogía de las tortuosas rutas de las navegaciones de los buscadores de metales.
El laberinto de Creta, tal y como es simbolizado en dibujos y grabados, entra dentro de los laberintos clásicos y univiarios. Este laberinto nos obliga a tener que recorrer todo el espacio hasta llegar al centro; solamente hay una puerta de salida, la misma por la que se entra. De modo que solo hay un camino, pero entonces ¿Por qué no escapó minotauro?, ¿Dónde está la confusión que tenían los que entraban en el laberinto? Estos enigmas parecen llevarnos a situar a este laberinto, en cuestión, como un laberinto metafórico, pues lógicamente uno no puede desorientarse en un camino que va hacia un solo lugar, que no te da juego a opción alguna entre un camino u otro, solo a ir
hacia atrás o adelante, atrás o afuera. Quizá estemos tan asustados o desorientados que, uno no sabe si va hacia el centro o, en realidad va hacia la salida. Quizá en este laberinto lo importante no es encontrar el centro, sino reflexionar “el motivo “por el que nos dirigimos a él.
Sin embargo, el centro de un laberinto es donde se deposita la mayor carga simbólica de su construcción. Según Santarcangeli: “En su centro siempre hay un ente luminoso; a menudo un nombre impronunciable, un árrheton, una divinidad o el propio Dios, de rostro ya revelado o aun cubierto por un velo; y con mucha frecuencia un monstruo en el cual, como el minotauro se acumulan culpas y avidez, aspiraciones, sueños, y pesadillas inconscientes o semiconscientes.”
Aunque en su centro muchas veces no hay nada, por lo que habría que ir un poco más lejos, Santarcangeli nos dice:” Muy a menudo el hombre se encuentra así mismo. El conocimiento ulterior es el de uno mismo, la comprensión del propio yo, reflejado en el propio conocimiento. Allí reside la
razón profunda de que en el fondo del laberinto figure muchas veces un espejo, para que el hombre, al llegar por fin a la meta de su peregrinación, descubra que el último misterio de la búsqueda es el mismo”.
El concepto de laberinto fue recuperado en la Edad Media para darle un nuevo significado espiritual. Este símbolo aparece en los pavimentos de las iglesias
de los templos y debían ser recorridos por los fieles para llegar a la salvación espiritual. Un ejemplo de este tipo de laberinto lo encontramos en la catedral de Chartres en Francia.
Con los laberintos situados en jardines, nace el concepto decorativo y lúdico de estos, inicialmente sus diseños eran muy sencillos, pero más tarde se fueron complicando hasta adoptar formas más intrincadas. El laberinto representado como un lugar festivo tiene sus raíces en culturas antiguas en las había en su interior un espacio destinado a la danza amorosa de la primavera. Durante el barroco se realizaron intrincados laberintos para divertir a la corte y enfatizar la suntuosidad y grandiosidad propias de este arte. En Inglaterra el más
importante es el laberinto de Hampton Park de Guillermo de Orange que fue diseñado en 1690.
En la actualidad el laberinto ha sido tema de inspiración para artistas plásticos y escritores. Pablo Picasso realizó una serie de grabados en los que rinde tributo al minotauro. Respecto a la literatura, José Luis Borges y Octavio Paz, han descrito en sus obras, la presencia de laberintos, recuperando su simbología y presencia.
La desaparición de una gran parte de los laberintos de Europa durante las dos guerras mundiales hizo que el hombre sintiera otra vez la necesidad de ver su presencia en jardines, como una arquitectura de diversión, por lo que a partir de la década de los setenta en todo el mundo se volvieron a construir.
Para finalizar podemos concluir que este enigmático símbolo a veces bidimensional otras tridimensional ha sido y es interpretado de varias formas, para unos es un símbolo, para otros un acertijo matemático, para otros un elemento estético, pero sobre todo es un espacio arquitectónico ideado para disfrutar del camino que uno mismo ha elegido.
Bibliografía:
Las ciudades invisibles. Italo Calvino. Editorial Minotaurao.
Las encrucijadas del laberinto, Cornelius Castoriades. Revista Trazos, nº1.
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