jueves, 24 de septiembre de 2020

Especial Selectividad: Escultura Egipcia

La escultura egipcia es, lo mismo que la pintura, de tipo conceptual, los egipcios no pretenden una representación fiel de la realidad sino expresar una serie de conceptos, de ideas. Por otra parte, la técnica de trabajo de los escultores egipcios, basada en el uso de una cuadrícula  en la que cada parte del cuerpo tiene un lugar asignado de antemano, tampoco favorece el realismo sino que conduce a una representación estereotipada que se mantiene a lo largo de los siglos ya que los cánones y modelos se transmiten de padres a hijos. 

En el arte egipcio (relieve y pintura) aparecen toda una serie de convencionalismos de representación como son el frente-perfil (rostro de perfil pero ojo de frente, torso de frente y piernas de perfil), la ley de la frontalidad  (las figuras miran siempre al frente), el hieratismo o rigidez (sinónimo de sacralidad) y la  perspectiva (o proporción) jerárquica (el tamaño de las figuras depende de su importancia). Tan sólo en el arte privado se permiten algunos atisbos de realismo, en obras como el Escriba sentado. 

El arte oficial egipcio huye de lo concreto y pretende hacer imágenes intemporales. Es, como decía Gombrich, “Arte para la Eternidad”. Existen, sin embargo, períodos excepcionales como el de Amenofis IV–Akenaton en el que se hizo un arte más vivo y natural con retratos realistas como los del Faraón y su mujer Nefertiti.

 
Obras destacables de la Escultura Egipcia


Tríada de Mikerinos (Imperio Antiguo, IV dinastía, III milenio a.c) (Museo de El Cairo)

          Serie de altorrelieves procedentes del templo de Mikerinos en el conjunto de Gizeh, representan al Faraón flanqueado por la diosa Hator, con sus atributos tradicionales, los cuernos y el disco solar, y la diosa de cada uno de los  nomos o provincias de Egipto. Magnífico exponente del arte oficial del antiguo Egipto y representación del poder absoluto e inmutable de los faraones es, como diría Gombrich, "arte para la eternidad". La obra muestra un dominio total de concepto aunque el artista se aleje conscientemente de la realidad como puede apreciarse en el tratamiento de rodillas y tendones o en el esquema geométrico fijo que  aplica para representar ombligo y esternón en las tres figuras). 
El faraón aparece en posición avanzada con respecto al plano de fondo adelantando una pierna, con los brazos estirados y los puños cerrados pegados al cuerpo, una postura que tendrá gran éxito en el posterior arte egipcio, llegando sus ecos hasta la escultura griega de la época arcaica (Kuroi). La rigidez y el hieratismo de la figura se entienden como sinónimos de sacralidad, el artista trata de expresar el carácter sagrado del poder del Faraón y lo consigue por medio de la pose y de los atributos (tiara y barba postiza). No obstante, y a pesar de la rigidez,  las figuras de las diosas suponen un acercamiento, siquiera leve, a la realidad de la anatomía femenina, con la tenues túnicas que apenas ocultan su desnudez. Si las comparamos con las llamadas "venus paleolíticas", simples visiones sexuales de la mujer, el progreso es evidente.
La Tríada del Museo del Cairo pertenece a una serie de relieves prácticamente idénticos en los cuales aparece el faraón con Hator y la diosa de cada uno de los nomos de Egipto (se conservan los de Cinópolis y del perro negro (diosa del 7º nomo o provincia del Alto Egipto).


Escriba sentado (Imperio Antiguo, V dinastía, III milenio a.c.) (Museo del Louvre)

Estatuilla de caliza policromada (53 cm) que representa a un escriba sentado en el suelo en posición de escribir, atento a lo que se le dicta. La obra es un retrato funerario pero al pertenecer a la corriente del arte privado, menos sometido a los convencionalismos y al protocolo que el arte oficial, muestra una vivacidad y un naturalismo mayores que en los retratos de los faraones, rasgos que se ven favorecidos por la técnica ya que la policromía permite conseguir una mayor impresión de realismo. 
Sin embargo, la obra está compuesta siguiendo un esquema rígidamente axial -su forma es la de una pirámide- y la rigidez de la pose es común a la mayoría de la estatuaria egipcia (la técnica de trabajo de los artesanos egipcios, que parten de un canon basado en una cuadrícula en la que cada parte del cuerpo tiene un lugar asignado de antemano, hace inevitable este rasgo). Los retratos de escribas sentados son relativamente abundantes en el arte egipcio (hay otro de la misma época en el Museo de El Cairo) y siguen un modelo común. Su abundancia es testimonio de la importancia social de los escribas y de su orgullo profesional que les lleva, en el momento de la muerte, a hacer ostentación de su cargo y del estatus que éste les confiere.

Especial Selectividad: Arte Prehistórico

 La prehistoria es el período de tiempo que abarca desde la aparición del hombre hasta el momento en que contamos con documentos escritos (Historia). La escritura aparece hacia el 3700 en la zona danubiana y hacia el 3500 a.c. en Mesopotamia pero tarda milenios en difundirse por el planeta de modo que entre la Prehistoria y la Historia suele existir un período (la Protohistoria) en el que hay pueblos de los que no poseemos documentos escritos aunque si referencias indirectas a través de la escritura de pueblos vecinos.

El Paleolítico (del griego Paleo=antiguo y litos=piedra) es el período más antiguo de la prehistoria y se caracteriza por la utilización de herramientas de piedra tallada (generalmente silex). En el Paleolítico superior (50.000-10.000 ac.) aparece el hombre de Cro-Magnon en Europa. El clima es de tipo glaciar (glaciación de Würm) y los hombres viven en cuevas, en grupos de 20-30 individuos dedicados a la caza de los grandes hervívoros que constituyen la base de su dieta (bisontes, renos, ciervos, caballos... etc.). La esperanza de vida era muy corta (25-30 años) y la mortalidad infantil muy elevada por lo que la población era poco numerosa (unos 10.000 habitantes en Galicia, 5 millones en todo el mundo). Del arte de estos pueblos se puede deducir que adoraban a una diosa de la fecundidad (Venus paleolíticas) y que practicaban rituales mágicos para propiciar la caza (pinturas de animales en las cuevas)

Obras pertenecientes al Arte Prehistórico


1- El origen del Arte

Cuando en 1879 Marcelino de Sautuola descubrió las cuevas de Altamira, la comunidad científica internacional lo tomó por un falsificador ya que no se podía sospechar que hombres “primitivos” hubieran sido capaces de producir tales maravillas. Pocos años después comenzaron a descubrirse pinturas similares en Francia (Lascaux, Niaux...) y Asturias (Cándamo, Tito Bustillo...) y hubo que admitir que eran demasiadas para ser falsificaciones. El problema fue entonces todavía mayor ¿eran estas pinturas el origen del arte?, ¿a que época pertenecían? y ¿con qué finalidad fueron pintadas en las profundidades de las cuevas?.

  Descubrimientos posteriores y la ayuda de los métodos modernos de datación (Carbono 14, etc.) han permitido fechar estas obras hacia el 13.500 antes de Cristo (Paleolítico Superior) y demostrar que estas pinturas no son el origen del arte, sino el final de un proceso que comienza hacia el 30.000 a.c. con la llegada a Europa de los hombres de Cro-Magnon. Los ejemplos más antiguos de pinturas rupestres son simples siluetas de animales sin detalles ni relleno de color (Estilo I), más adelante comienzan a detallarse cuernos, pezuñas y pelaje (Estilo II) y a rellenar de color las siluetas (Estilo III), culminando el proceso con las representaciones realistas y polícromas de Altamira o Lascaux (Estilo IV).

En cuanto a la finalidad de estas pinturas es controvertida. Al principio se habló del “arte por el arte”, el instinto estético y la facultad de producir imágenes serían innatos en el homo sapiens (ningún animal produce arte y parece que los homínidos tampoco) que no hacía otra cosa que expresarlo en las paredes de las cuevas en las que vivía. El problema es que las pinturas nunca aparecen en las entradas de las cuevas, donde los hombres habitaban, sino en lugares profundos a los que no llega la luz y frecuentemente con un acceso muy difícil. No eran pues pinturas para ser contempladas y tenían que tener otra finalidad. 

Actualmente, la teoría dominante (Leroi-Gourham) es la de la “magia propiciatoria”, basada en la existencia de paralelos etnográficos en pueblos “primitivos” actuales como los bosquimanos y otros aborígenes australianos. De acuerdo con esta teoría, los pintores pretendían apresar la esencia de los animales que formaban parte de su dieta (los animales dañinos y las figuras humanas casi nunca aparecen) y cazarlos mágicamente, convencidos de que estas ceremonias favorecían una caza abundante en un momento en que el cambio climático estaba haciendo desaparecer a los grandes herbívoros de Europa. Otras teorías (Max Raphael) consideran estas pinturas como una especie de escritura primitiva.

Para producir estas obras los pintores prehistóricos utilizaban pigmentos naturales disueltos en agua (arcillas, óxidos de hierro, carbón vegetal...) que al reaccionar con la caliza de las paredes de las cuevas daba lugar a una suerte de fresco natural lo que explica su, en general, buen estado de conservación. Para extender la pintura se utilizaban en la mayoría de las ocasiones las manos, aunque también se emplearon pinceles, tampones de piel y “aerógrafos” (cañas por las que se soplaba la pintura).


2- El Neolítico

En el Neolítico (comienza hacia el 8000 a.c.) aparece la agricultura y la cerámica y el mundo animal pierde importancia aunque en los primeros momentos continúan pintándose cuevas y abrigos rocosos (la pintura levantina con animales silueteados y pintados de negro o rojo como sobras chinescas corresponde a esta época). Lo más importante, sin embargo es la aparición de la arquitectura y de la cultura megalítica.

El Neolítico es un período fundamental en la historia de la humanidad, tanto que se ha hablado de "revolución neolítica" para destacar la transcendencia de los cambios que se producen en este momento. En el aspecto técnico el neolítico se caracteriza por la aparición de los útiles de piedra pulimentada y por el descubrimiento de la agricultura y la ganadería. La aparición de la agricultura es un fenómeno importantísimo ya que el hombre deja de ser un depredador y pasa a controlar la naturaleza. Por otra parte, el cambio de dieta y la posibilidad de acumular excedentes propician un aumento de la población y de la esperanza de vida, así como la aparición de las clases sociales y de la división del trabajo.

Durante mucho tiempo predomino entre los historiadores la tesis monogenista, la agricultura habría aparecido en un sólo lugar (Próximo Oriente, ca. 8000 a.c.) difundiéndose luego por todo el planeta por las migraciones de los pueblos agrícolas que practicaban una agricultura itinerante basada en la técnica de las rozas . Sin embargo, la aparición del Carbono 14 vino a demostrar que el neolítico americano es anterior al occidental (centroamérica, ca. 10.000 a.c.) y el chino es contemporáneo del de Próximo Oriente. Hoy tiende a pensarse en el poligenismo con al menos tres focos de aparición (China, Centroamérica y Próximo Oriente) y un difusionismo moderado. En el caso europeo sí es evidente que el neolítico es derivado penetrando la agricultura por dos vías: una continental (a través del valle del Danubio) y otra marítima (por las islas del Mediterráneo). En Galicia el neolítico aparece hacia el 3500 a.c. en el momento en que llegan aquí los constructores de dólmenes los cuales introdujeron las prácticas agrícolas, la costumbre de los enterramientos megalíticos y la cerámica campaniforme. 

El cambio de clima que comenzó en el mesolítico (fin de la glaciación de Würm) hizo desaparecer a los grandes hervívoros que constituían la base de la dieta de los hombres del paleolítico. Ello obligó al hombre a buscar otras fuentes de alimentación. Primero se ensayó la pesca y la recolección (en el mesolítico) y luego se dió el salto a la producción agrícola y ganadera.


 2.1-  El Megalitismo

La historia de la arquitectura comienza hace más de 5.000 años, en el momento en el que aparecen en Europa los constructores de monumentos megalíticos. El megalitismo (del griego mega=grande y litos=piedra) es un fenómeno cultural que se extiende por toda la fachada atlántica de Europa en el período del Neolítico final , una moda arquitectónica que se desarrolla rápidamente a partir de dos núcleos de difusión situados en la Bretaña francesa y en el sur de Galicia y norte de Portugal, ambos con cronologías muy similares en torno al 3500 a.c. para los ejemplos más antiguos. La cultura megalítica se caracteriza por la existencia de construcciones a base de grandes piedras en la creencia de que la solidez de una edificación estriba en la robustez de los materiales. De los cuatro grandes tipos de construcciones megalíticas que pueden encontrarse en el arco atlántico europeo son sin duda los dólmenes o mámoas los más abundantes. 


   1-DOLMENES  (en Galicia mamoas o antas) Dombate, Axeitos... etc.

   2-MENHIRES  (en Galicia pedras fitas )

   3-ALINEAMIENTOS  Karnac

   4-CROMLECH (alineamientos circulares) Stonehenge.


1-Dolmenes: Son construcciones funerarias de carácter colectivo compuestas de una cámara formada por 5-8 piezas verticales cubiertas por una losa de gran tamaño y, ocasionalmente, por un corredor de entrada compuesto por piezas más pequeñas. Esta cámara o anta se cubre al exterior con un túmulo de tierra (de 15 a 25 mts. de diámetro por 2 ó 3 de altura) recubierto por una coraza de losas de piedra. Pocos de estos túmulos y corazas han llegado a nuestros días debido a la erosión, a las labores agrícolas y a la acción secular de los buscadores de tesoros que la tradición popular asoció siempre con estos lugares de enterramiento. La imagen que hoy tenemos de los dólmenes con sus cámaras pétreas al descubierto es fruto de los avatares de la historia y de las excavaciones arqueológicas y no se corresponde con su aspecto original.

 En el interior, la cámara de un dolmen aparecía decorada con pinturas (meandros, dientes de sierra) y grabados, aunque en la mayoría de los casos  han desaparecido. Los dólmenes suelen aparecer en terrenos de montaña media, en zonas de pastoreo, frecuentemente alineados siguiendo antiquísimos caminos y probablemente sirviendo de mojón que delimita el territorio de cada clan. La existencia de tales construcciones es prueba de una sociedad excedentaria y con una preocupación importante por el más allá. El hecho de que se trate de tumbas colectivas parece descartar la existencia de una jerarquización social estricta y hace pensar en una sociedad organizada en pequeños grupos familiares que practicarían un culto a los antepasados considerados como mediadores entre los vivos y las potencias de la naturaleza. La construcción de dólmenes finaliza hacia el 2000 a.c. aunque siguieron utilizándose hasta principios de la Edad del Bronce.

2-Menhires:  Piedras hincadas verticalmente en el suelo. Su finalidad es discutida aunque suelen considerarse testimonios de un culto solar.

3-Alineamientos: Son conjuntos de menhires agrupados formando hileras, se desconoce su significado (Karnac y New Grange).

4-Cromlech:  Son círculos líticos de controvertida interpretación, son mucho más escasos que los dólmenes (en Galicia sólo un caso, hoy desaparecido, en las cercanías de Ortigueira, La Coruña), y de cronología más tardía (Stonehenge ca. 1700 a.c.). Su finalidad es discutida aunque parecen tener funciones astronómicas o de culto astral. En el mencionado caso inglés, un doble círculo de menhires adintelados con un altar central, la entrada al santuario está orientada de tal manera que en el amanecer del día del solsticio de verano (21-22 de junio) los rayos del sol iluminan exactamente el ara central. De este hecho se ha deducido la existencia de un culto solar suponiendo la existencia de una casta sacerdotal poseedora de importantes conocimientos astronómicos y matemáticos, al menos de naturaleza empírica.


3- La Edad de los Metales

El descubrimiento de los metales (primero cobre y oro, luego bronce y después hierro) produjo grandes cambios sociales, favoreció la especialización del trabajo y propició el desarrollo de la guerra y de los desplazamientos de pueblos. Durante la Edad del Bronce continúan en uso los monumentos megalíticos pero cuando se construyen nuevos son de pequeñas dimensiones (cistas), se desarrolla extraordinariamente la orfebrería (en Galicia Tesoro de Caldas del Museo de Pontevedra) y nuevas formas de arte como los petroglifos (incisiones en las rocas). En el caso gallego es fundamental en esta etapa la aparición de la cultura castreña.


3.1 La Cultura castreña

Desde finales de la Edad del Bronce, durante toda la Edad del Hierro y con cierta continuidad en la época romana, se desarrollo en el noroeste de la Península Ibérica una importante cultura conocida con el nombre de castreña o de los castros. Son éstos unos recintos fortificados (más de 4000 conocidos) situados en promontorios costeros o interiores siempre en lugares fáciles de defender y provistos de murallas, fosos y/o terraplenes. 

Las casas de estos poblados son de variadas formas y tamaños pero predominan claramente las viviendas circulares de pequeño tamaño (3-5 mts.) y en general todo tipo de formas curvas (las viviendas con  esquinas escuadradas se consideran posteriores, y de influjo romano). Las cubiertas serían cónicas a base de un entramado de xestas recubierto de colmo (paja de centeno), un sistema todavía en uso en las pallozas de los Ancares. El área de influencia de la cultura castreña desborda los límites estrictos de la Galicia administrativa actual extendiéndose por Asturias, León y Zamora, aproximadamente en la misma medida en que lo hace el idioma gallego en la actualidad. 

Sobre los pueblos que habitaron estos asentamientos existen numerosas opiniones, los historiadores del siglo pasado los consideraban de raza celta pero en la actualidad, los estudios paleontológicos han demostrado la escasa importancia del elemento céltico en la composición de la etnia gallega en la que predomina históricamente el tipo dolicocéfalo de estirpe mediterránea. Por otra parte, el sustrato céltico es también poco importante lingüísticamente e incluso en la cultura material, por lo que hay que suponer que el elemento celta no pudo ser muy importante. La población estaría constituida por elementos indígenas mayoritariamente, con los que se mezclarían aportes procedentes de centroeuropa pero no necesariamente celtas. Estos recién llegados, por su conocimiento del hierro, se convirtieron probablemente en una aristocracia militar.

Las dataciones por Carbono 14 dan unas fechas de presencia desde el 560 a.c. (castro de Penarrubia, Lugo) hasta el siglo. VI d.c. abarcan por tanto desde finales de la Edad del Bronce hasta comienzos de la Edad Media con un período de apogeo entre los siglos IV y II a.c. (castreño clásico). Con la llegada de los romanos se abandonan algunos castros (hay indicios de destrucciones e incendios) pero luego se  reocupan perviviendo en muchos casos hasta tiempos medievales (Mohias, norte de Portugal, 570 d.c.) La economía era fundamentalmente agrícola y pastoril, siendo más importante el marisqueo y la pesca en los castros costeros. Conocían la metalurgia del bronce y del hierro así como una orfebrería muy desarrollada (Diadema de Ribadeo, Torques de Burela..) y hay indicios claros de la existencia de rutas: comerciales de gran amplitud (en algunos castros, aparecieron vidrios púnicos y fragmentos de cerámica griega). Por otra parte, han aparecido en Italia (Tolfa) objetos de bronce procedentes de Galicia en el período del Bronce final. La estructura social no resulta fácil de reconstruir, sin embargo tenemos algunos datos: No existen viviendas claramente destacadas por lo que no debieron de existir acusadas diferencias de nivel económico. La existencia de barrios diferenciados dentro de los castros se ha interpretado como indicio de la existencia de comunidades familiares extensas (clanes). Estrabón nos da también algunas noticias y dice que “las mujeres buscan esposa a sus hermanos” lo que podría indicar la existencia, sino de matriarcado, sí de un tipo de filiación matrilineal de la que aún quedan algunos indicios en la actualidad.

  En el arte, destaca la importancia de la orfebrería, de antigua tradición en la Edad del Bronce. Las técnicas son muy variadas (incisión, repujado, granulado, trenzados, filigrana...) y sorprende su desarrollo si la comparamos con la tosquedad de la escultura. La influencia mediterránea se manifiesta principalmente en las joyas femeninas (arracadas=pendientes, diademas, collares), mientras que en las joyas masculinas (torques, brazaletes, fíbulas=broches) predomina la influencia centroeuropea.

En la escultura tenemos algunas estatuas de guerreros (Armeá) bastante toscas y de carácter probablemente funerario, cabezas aisladas de controvertida interpretación, y figuras de cuadrúpedos (cerdos?, toros?) a las que se denomina genéricamente verracos. La mayoría de los historiadores piensa que son piezas tardías ejecutadas ya en ambiente romano como las pedras formosas (jambas y dinteles tallados con decoración de rosetas, espirales y meandros) que aparecen en algunos castros, sobre todo del norte de Portugal (San Fins).


Aportaciones de Egipto al mundo actual


APORTACIONES DE EGIPTO A EL MUNDO ACTUAL

INTODUCCION

Edificios, pinturas, esculturas y artes aplicadas del antiguo Egipto, desde la prehistoria hasta la conquista romana en el año 30 a.C. La historia de Egipto fue la más larga de cuantas civilizaciones antiguas florecieron en torno al Mediterráneo, extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente el año 3000 a.C. hasta el siglo IV d.C. La naturaleza del país, desarrollado en torno al Nilo que lo baña y fertiliza, junto al casi total aislamiento de influencias culturales exteriores, produjo un estilo artístico que apenas sufrió cambios a lo largo de sus más de 3.000 años de historia. Todas las manifestaciones artísticas estuvieron destinadas, básicamente, al servicio del Estado, la religión y el faraón, considerado como un dios sobre la tierra. Desde los primeros tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito hacia la eternidad. La regularidad de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del río Nilo, la sucesión de las estaciones, y el curso solar que provocaba el día y la noche fueron considerados como regalos de los dioses a las gentes de Egipto. El pensamiento, la moral y la cultura egipcios estuvieron arraigados en un profundo respeto por el orden y el equilibrio. El arte quería ser un arte útil; no se hablaba de piezas u obras bellas, sino eficaces o eficientes. El cambio y la novedad nunca fueron considerados como algo importante por sí mismos; así, el estilo y los convencionalismos representativos del arte egipcio establecidos desde un primer momento continuaron prácticamente invariables durante más de 3000 años. Para el espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido y estático (hieratismo); su intención fundamental, sin embargo, no fue la de crear una imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad la esencia de la persona, animal u objeto representado.

Imperio antiguo

El Imperio antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos comprendidos entre los años 2755 y 2255 a.C. Hacia el año 3100 a.C. el país se unificó bajo el mando de poderosos caudillos del sur, pero la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien diferenciadas (Alto Egipto al sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún tiempo. Es la época conocida como Tinita, dominada por las dinastías I y II, y en ella destaca el rey Narmer (algunos historiadores lo identifican con el rey Menes), artífice de la unificación y fundador de la primera dinastía. En la Paleta de Narmer (c. 3100 a.C., Museo Arqueológico de El Cairo), en piedra tallada, se puede ver al propio faraón portando la corona del sur y subyugando a las gentes del norte, con dos animales entrelazados que significan la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del faraón.

Arquitectura

Durante las primeras dinastías se construyeron importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Saqqara, a imitación de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de la noción de templo y de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y tallas de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestigua el alto grado de desarrollo de esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel de evolución, y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el resto de la decoración.

En la III dinastía la capital se trasladó a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámides, que sustituyeron a las mastabas como tumbas reales. El arquitecto, científico y pensador Imhotep construyó para el faraón Zoser (c. 2737-2717 a.C.) el conjunto de Saqqara; se trataba de una necrópolis integrada por una pirámide escalonada de piedra y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de varias mastabas superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura monumental conservado en la actualidad; ilustra también una de las fases en el desarrollo de la pirámide como tipología arquitectónica.

La arquitectura del Imperio antiguo puede considerarse monumental, dado que la caliza y el granito locales se utilizaron para la construcción de edificios y tumbas de grandes dimensiones. Desarrollaron una extraordinaria técnica arquitectónica. Empleaban bloques colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar argamasa, y empleaban medios de elevación que desconocemos. La bóveda era conocida pero no se empleaba en la arquitectura en piedra. De los templos construidos durante este periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos.

El conjunto monumental de Gizeh, donde fueron enterrados los faraones de la IV Dinastía, pone de manifiesto la destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir monumentos que han permanecido como una de las maravillas del mundo, y muestran el esplendor de la civilización egipcia. Snefru emprendió la construcción de la primera pirámide sin escalones. Keops fue su sucesor y artífice de la gran pirámide que llegó a alcanzar en su momento 146 metros de altura, y está formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio, cada uno, de 2,5 toneladas. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y Micerinos fue el artífice de la tercera gran pirámide de este conjunto monumental. El fin que se perseguía con las pirámides era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la eternidad. Cada pirámide formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el valle, un embarcadero y un corredor de comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento. Alrededor de las tres pirámides mayores de Gizeh (Keops, Kefrén y Micerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos) integrada por sepulcros denominados mastabas (del árabe mastabah, 'banco de adobe'). De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada. Las mastabas fueron las tumbas de los miembros de la familia real, altos mandos, cortesanos y funcionarios. Exteriormente la mastaba parece una pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que comunicaba el mundo de los muertos y los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se encontraba la cámara mortuoria, a la que se accede por un pozo que se ciega una vez depositado el cadáver.

Frente a la relativa abundancia de restos monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos de arquitectura doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del Imperio antiguo; puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos de barro mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para levantar los palacios y viviendas no ha permitido su conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos y tumbas, edificados en piedra y construidos con una clara idea de eternidad, proporcionan la mayor y casi única información acerca de las costumbres y forma de vida de los antiguos egipcios.

Escultura

Desde las primeras figuras de arcilla, hueso y marfil del periodo predinástico, la escultura egipcia se desarrolló con gran rapidez. En la época de Zoser (2737-2717 a.C.) se hicieron grandes estatuas de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son las características esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un bloque de piedra de forma rectangular, y después se dibujaba en la frente y en las dos caras laterales de la piedra la figura objeto de representación. La estatua resultante era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura por todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara la esencia y el espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición frontal de la misma.

El artista egipcio no buscaba la representación del movimiento. Las figuras de personajes puestos en pie no posaban como si estuvieran caminando, sino en reposo. Desde los primeros tiempos del periodo dinástico se tenía un perfecto conocimiento de la anatomía humana, pero se le daba una forma idealizada. La estatua sedente del faraón Kefrén (c. 2530 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda pirámide más grande del conjunto funerario de Gizeh, engloba en sí misma todas las características que hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio. El faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras unificadas, con sus manos sobre las rodillas, la cabeza erecta, rígida y de frente, y los ojos mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus aparece detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el 'Horus viviente'. La estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y equilibrio, creando una potente imagen de la majestad divina.

Las representaciones de individuos y personajes particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las figuras individuales sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los materiales utilizados fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el metal; se pintaban las superficies; los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca, que realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes importantes; existió otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores en sus diversos oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino común: la tumba del difunto. A finales de la IV dinastía se introdujo una tercera posición escultórica tan asimétrica y estática como las dos anteriores (de pie y sentadas): la del escriba en cuclillas en el suelo con las piernas cruzadas. Otra invención del Imperio antiguo es el retrato de busto.

La escultura en relieve servía a dos propósitos fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al faraón; en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas del muerto ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida. La forma de representación del cuerpo humano en dos dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, vino determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba, por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto, se combina en las figuras la disposición de perfil para la cabeza y extremidades inferiores con la frontal de los ojos y el torso. Esta regla o canon se aplicó a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos no se llegó a utilizar de manera tan exhaustiva. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de realidad, siendo frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin necesidad de haberlos tallado previamente en la roca; la pintura de carácter meramente decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio antiguo que se han descubierto hasta el momento presente.

El conocimiento que poseemos sobre la mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido gracias a estos relieves de las tumbas. Las variedades de comida y sus formas de elaboración, los métodos de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción de embarcaciones y muchos otros oficios están perfectamente representados en estos relieves. Dispuestos en la pared por medio de bandas o registros, podían leerse fácilmente como una narración continuada; tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos en un momento determinado sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual que para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o talleres con diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos integrantes del grupo.

Artes decorativas

En la cerámica, la rica decoración del periodo predinástico se reemplazó por bellas piezas no decoradas, de superficies pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y modelos destinados a servir de objetos para uso cotidiano. En la antigüedad, la cerámica servía para los mismos propósitos para los que hoy utilizamos el cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia, el abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos para la fermentación de bebidas. Las joyas se hicieron en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la historia de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por tales asuntos o motivos artísticos. Se han conservado pocos ejemplos por lo que se refiere al mobiliario, pero la abundante presencia de los mismos en las imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el diseño de sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron simples, sencillos, incorporando formas vegetales y garras de animales para rematar los acabados inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por ejemplo). No se utilizaban clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se pegaban. Destacan los cabezales rodeados de genios para proteger el sueño. El más bello conjunto de muebles del Imperio antiguo es el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su grandiosidad y sobriedad.

Al finalizar la VI Dinastía el poder centralista de Egipto había disminuido; los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros en sus propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis de los faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua en metal más antigua que se conoce en Egipto: una imagen en cobre (c. 2300 a.C. Museo Arqueológico de El Cairo) de Pepi I (faraón c. 2395-2360 a.C.). El primer periodo intermedio (VII a X dinastías) fue una época de anarquía y agitación. Hubo un débil intento por mantener las tradiciones artísticas del Imperio antiguo, pero hasta la reunificación del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad artística para igualarla a su anterior época de esplendor.

Imperio medio

Mentuhotep II, faraón de la XI dinastía, reinó entre los años 2061 y 2010 a.C., y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado del Imperio medio (2134-1784 a.C.). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio antiguo. En la orilla oeste de Tebas, al otro lado del Nilo, en el lugar denominado Deir el Bahari, construyó un templo en el valle conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una pirámide y rodeado de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en compañía de los dioses.

Arquitectura

La arquitectura del Imperio medio no está bien representada, dada la escasez de ejemplos conservados. No obstante, una pequeña construcción vinculada a Sesostris I (1962-1928 a.C.), faraón de la XII dinastía, ha sido recuperada de uno de los últimos pilonos (puertas monumentales) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus ladrillos como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como el ejemplo típico del estilo de la época. Esencialmente cúbica en su diseño y construida bajo un riguroso sistema de pilares y estructuras adinteladas, este pequeño edificio tiene una pureza de líneas y unas proporciones tan equilibradas que le otorgan sin lugar a dudas un carácter de eternidad. Los entrepaños están decorados con bellos relieves del faraón y divinidades egipcias.

Escultura

La escultura del Imperio medio se caracteriza por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este periodo imitan claramente los ejemplos del Imperio antiguo en un intento por restablecer las viejas tradiciones, pero la escultura de la XII dinastía muestra un renovado interés por la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris III son muy diferentes de aquellos otros faraones del Imperio antiguo.


Obras egipcias con representaciones que encajan en el mundo actual


Durante la XII dinastía las imágenes del faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e importancia de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas de personajes privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones; así lo vemos por ejemplo en los retratos de la nobleza de la XII dinastía, tendentes también hacia el realismo.

Pintura

La costumbre entre los nobles de enterrarse en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con relieves, como por ejemplo las tumbas de Asuán, en el sur, otras como las de Beni Hassan y El Bersha, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos locales en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen algunas novedades en los tipos y formas representativas, aunque los viejos modelos todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba los sarcófagos rectangulares de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran muy lineales y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.

Artes decorativas

El Imperio medio fue también una época en la que se produjeron magníficos trabajos en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos con incrustación de piedras de colores. En este periodo aparece la técnica del granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos y pequeñas figuras. Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado en color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.

Imperio nuevo

La XIII dinastía tuvo faraones débiles e ineficaces, alcanzándose un número de entre 50 o 60 faraones en 150 años. El segundo periodo intermedio (XIV a XVIII dinastías) fue de nuevo para Egipto una época de gobierno dividido. Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental, entraron en Egipto proclamándose a sí mismos como faraones. Impusieron su poder gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Esta circunstancia tuvo una prolongada influencia, ya que los hicsos llevaron a Egipto nuevas tecnologías a la vez que también proporcionaron una visión más amplia de su lugar en el mundo mediterráneo. Una vez más, sin embargo, Tebas instigó la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció el poder central de la monarquía. El Imperio nuevo (1570-1070 a.C.) comenzó con la XVIII dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.

Arquitectura

Los faraones de las dinastías XVIII a XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios local Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y reinaba sobre los dioses secundarios. Casi todos los faraones del Imperio nuevo se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de Karnak, centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes complejos religiosos de la historia. El mayor de todos ellos es el de Karnak; sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas, los obeliscos y las estatuas dispuestas en numerosos lugares, llevan directamente a pensar en el poder y majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época. Próximo a este conjunto destaca también el templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que flanquean la entrada y conduce al patio. Ya en el interior encontramos una serie de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum, una sala cuadrada con cuatro columnas.

En la ribera occidental del Nilo, cerca de la necrópolis de Tebas, se construyeron templos para el culto y honras fúnebres de los faraones. Durante el Imperio nuevo los cuerpos de estos faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios a cierta distancia fuera del valle. De estos templos, uno de los primeros y más insólitos fue el de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari, levantado por el arquitecto Senemut (muerto hacia el año 1428 a.C.). Situado frente a los acantilados del río Nilo, junto al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para los dioses y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado. Otros faraones no siguieron este precedente, y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados riscos del desierto.

Las tumbas del Valle de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los faraones. Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar el espíritu del difunto para su próxima vida.

Durante la XIX Dinastía, en época de Ramsés II, uno de los más importantes faraones del Imperio nuevo, se levantaron los gigantescos templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el interior de la roca, sobre la falda de una montaña y con las fachadas custodiadas por cuatro figuras monumentales del faraón y su esposa respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos templos tuvieron que ser recortados en bloques y trasladados a un lugar más elevado con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.

Como en todas las épocas, la arquitectura doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos y cómodos que la piedra: el adobe, los ladrillos de barro mezclado con paja o heno y cocidos al sol. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos. Las viviendas de las clases privilegiadas formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para el servicio. Ejemplos de casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse, agrupadas junto a los pueblos, muchas veces como las del Egipto actual.

Escultura

Durante el Imperio nuevo la escultura alcanzó una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio antiguo y el áspero realismo del Imperio medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III, este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenhotep III (Amenofis III). Los retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.

El arte en la época de Ajnatón, hijo de Amenhotep III, refleja la revolución religiosa promovida por el faraón. Ajnatón adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó una línea artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar la inmovilidad tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en la cabeza de caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti (c. 1365 a.C. Staatliche Museen, Berlín).

Pintura

Mientras que el relieve se utilizó en el Imperio nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la pintura predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así como también de excelentes ilustraciones de la vida de aquella época.

El medio pictórico permitió mayores posibilidades que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de crear coloristas imágenes de la vida alrededor del Nilo. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido. Los oficios de los talleres regios están representados con meticuloso detallismo ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio antiguo, es la representación del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos y actividades de las que desearía gozar durante toda la eternidad.

Artes decorativas

Durante el Imperio nuevo las artes decorativas, al igual que la pintura y la escultura, alcanzan las más elevadas cotas de perfección y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay mejor ejemplo para ilustrar esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba (descubierta en 1922) de Tut Anj Amón, donde con ricos materiales —alabastro, ébano, oro, marfil y piedras semipreciosas— se crearon múltiples objetos de consumada habilidad artística. La cerámica del Imperio nuevo ofrece también este mismo gusto decorativo, con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos vegetales. En esta época se produce el apogeo del vidrio egipcio donde los vidrieros mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados, se puede decir que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.