viernes, 9 de octubre de 2020

Especial selectividad: La Arquitectura Egipcia

 La importancia de la religión en la sociedad egipcia y sus creencias sobre la resurrección y la vida de ultratumba explican que la mayor parte de las manifestaciones de la arquitectura egipcia sean de tipo religioso: Templos y tumbas. Egipto es una civilización hidráuldica basada en la utilización del agua del Nilo y el control de sus crecidas anuales que permitió acumular grandes excedentes agrícolas y montar una próspera economía en la que el Faraón y los Templos son los dueños de la tierra que alquilan a los campesinos a cambio de una renta y de prestaciones en trabajo.

Tumbas: La religión egipcia cree en la existencia de una vida física en el Más Allá. Tras el viaje hacia el mundo de los muertos, el difunto será juzgado por Osiris que pesará sus obras buenas y malas permitiéndole o no acceder a la Resurrección. Para que ésta se produzca es necesario que el espíritu del difunto (ka) se una con su cuerpo (ba) o al menos con una imagen suya, de ahí la práctica de la momificación para conservar el cadaver y la costumbre de los retratos funerarios que funcionan como “Imágenes de sustitución”. 

 Hay tres grandes tipos de tumbas: los hipogeos (tumbas excavadas en la roca) eran las tumbas de los pobres aunque en algunas épocas sirvieron también, con mayores dimensiones, para la nobleza e incluso para los Faraones. Las mastabas (pirámides truncadas), fueron en principio las tumbas de nobles y Faraones aunque más tarde quedaron reservadas para la nobleza y el alto clero. Por último, las pirámides, son las tumbas de los Faraones y los miembros de la Casa Real.

Obras destacables de La Arquitectura Egipcia


Las pirámides

 Los arquitectos egipcios, desarrollaron la idea de la pirámide por medio de sucesivos tanteos. Partiendo de la mastaba y por medio de superposiciones (pirámide escalonada de Zoser) se llega a la pirámide perfecta (pirámide de Snefrú), alcanzándose el "clasicismo" durante la IV dinastía (ca. 2700 a.c.), con Keops y sus sucesores, Kefrén y Mikerinos, que levantan sus pirámides en Gizeh. 


Pirámide escalonada de Zoser en Sakkara (Imp. Antiguo, Imhotep, III D., ca. 2850 a.c.)

Construida por el arquitecto Imhotep, médico del faraón Zoser y el primer artista del cual conocemos el nombre, forma parte de un impresionante recinto funerario amurallado (550 x 280 mts.) que incluye templos y las tumbas del faraón y sus familiares. La pirámide que ideó Imhotep es de tipo escalonado (60 mts. de altura) y está compuesta por la superposición de cinco mastabas probablemente en un intento de diferenciar el status del faraón y de resaltar la construcción ya que de lo contrario esta no se vería, tapada por los muros que rodean el recinto. Su estructura escalonada es similar a la de los zigurat mesopotámicos aunque hoy se piensa que no existe relación entre ambas construcciones que se diferencian  por el material empleado (ladrillo en Mesopotamia y piedra en Egipto) y por la función a la que se destinan (templos los zigurats y tumbas las pirámides).


Pirámides de Gizeh: Keops, Kefrén y Mikerinos (Imp. Antiguo, IV D., ca. 2700 a.c.) 

Las pirámides de Gizeh suponen el afianzamiento pleno de una arquitectura basada en el poder absoluto del plano y de la forma abstracta. Las enormes masas de piedra, son tan sólo la cubierta exterior de una pequeña cámara sepulcral que había de alojarse en su interior. En la de Keops (230 mts. de lado y 146 mts de altura), la pirámide como tal se construyó sin titubeo alguno, al igual que el corredor de entrada en el lado norte, que se inclina hacia abajo de manera pronunciada, sin embargo, la disposición de la cámara sepulcral o funeraria sufrió por lo menos tres variaciones. En el primer proyecto, el mencionado corredor de entrada se prolongaba hasta unos 30 m por debajo del nivel de la base, terminando en una cámara, coincidente con la vertical del vértice de la pirámide, que jamás fue utilizada. En el segundo proyecto, la cámara se construyó en la masa del cuerpo piramidal al final de un pasadizo que, desde el corredor de entrada inicial, conducía hacia arriba para continuar luego, en horizontal, hasta aproximadamente el plano central. Esta segunda cámara fue también abandonada y sustituida por una tercera, emplazada a un nivel superior, desviada ligeramente hacia el sur, al final de la Gran Galería, y con techumbre protegida por cinco cámaras de descarga y una última bóveda a dos aguas.
Al sudoeste de la pirámide de Keops se levanta la mole, no menos impresionante de la pirámide de uno de sus hijos, Kefrén, alzada sobre un cuadrado de 210 m de lado y que alcanza una altura muy parecida a la de Keops (143,5 m); más al sur se alza la pirámide de Mikerinos, de dimensiones considerablemente menores (66,5 m. De altura y 108,5 m. de lado de la base). El conjunto de las tres grandes pirámides, con sus templos de los difuntos y sus Templos del Valle debió de ser considerado, por los propios egipcios, como algo excepcional que había que continuar e imitar. Así se hizo durante siglos, aunque sin alcanzar nunca la grandeza ni la monumentalidad del conjunto de Gizeh.
Desde la Antigüedad las pirámides han despertado la curiosidad de las gentes y han dado lugar a innumerables leyendas e interpretaciones, pero la primera de las cuestiones importantes a aclarar es su propia existencia material, el secreto de su construcción. ¿Cómo se construyeron las pirámides de Keops y de Kefrén?. Según Herodoto, la construcción de la pirámide de Keops duró treinta anos: diez años para la realización de la rampa  utilizada para el transporte de los materiales y otros veinte para la edificación de la pirámide, tarea en la que trabajaron unos l00.000 obreros durante tres meses al año.
  Si el cálculo de tiempo y de obreros es plausiblemente válido, la leyenda de las pirámides construidas por hordas de esclavos humillados parece fuera de toda verdad histórica; cabe pensar, por el contrario, que las masas de fellahs u obreros que trabajaron en las pirámides lo hacían en la creencia de que estaban participando en una labor de carácter sagrado, al igual que los obreros medievales que levantaban una catedral. Ello, sin embargo, no es óbice para que hubiese que vencer un sinnúmero de problemas técnicos, desde la preparación de los materiales hasta su transporte y colocación, y que se requiriese igualmente un gran es fuerzo en el plano organizativo. Algunos arqueólogos han pensado que un programa de tales características sólo era posible si existía una especie de empresa especializada dependiente del estado, con células técnico-administrativas muy cualificadas, capaces de organizar y dirigir masas de obreros no especializados. Hay que tener en cuenta que no sólo los problemas técnicos parecen en la actualidad enormemente complejos, sino también los meramente logísticos, como sostener y dar cobijo a tal cantidad de obreros, además de procurar el material y los útiles necesarios para la construcción. 

Una obra de semejante envergadura y tiempo de ejecución exigía formas de trabajo seguras, sin apenas titubeos, y para ello quizá resultaban insuficientes los planos y dibujos; W. Kozinski ha llegado a la conclusión de que los arquitectos de la pirámide de Keops no trabajaban exclusivamente con tales planos, sino con maquetas o modelos realizados a escala 1:10, es decir, con verdaderas pirámides (tres en total, cerca de la cara sur de la de Keops) que servirían de banco de pruebas para las soluciones definitivas. Pero la construcción de una pirámide tal vez no supone problemas o cuestiones meramente técnicos. Arqueólogos y arquitectos, astrónomos y astrólogos, matemáticos y toda clase de místicos y visionarios han intentado encontrar el significado de esas moles de piedra que se alzan desafiando la horizontalidad del desierto. Algunas no tienen fundamento alguno y no son más que fruto de la fantasía o del interés por encontrar justificación empírica a peregrinas teorías. Otras, sin embargo, parecen basarse en datos. En cualquier caso, hay dos posiciones fundamentales al respecto: la de los positivistas y la de los simbolistas. Los positivistas, afirman que  la concepción de la pirámide es únicamente el resultado de una suma de  tanteos de varias generaciones de arquitectos que alcanzan una forma arquitectónica perfecta, fruto también de la  posibilidades técnicas de un instante determinado. Las pirámides son tumbas y sólo tumbas.

 Los simbolistas, sin embargo, parten del criterio de que la forma e incluso, la técnica superan el mero ámbito de lo funcional para ser portadoras de significados de carácter simbólico. Uno de los primeros egiptólogos que afirmó que las pirámides eran algo más que una tumba fue Ernesto Schiaparelli (1884). A partir pequeños amuletos de forma piramidal hallados en los ajuares funerarios, asoció la pirámide al disco solar que surge entre dos montañas. Así pues, había que considerar a la pirámide en el seno de un marco más amplio de construcciones y de formas naturales. Una idea cuya evolución condujo a los obeliscos situados delante de los grandes templos, que extendía el inmediato culto al ka del rey muerto a otras divinidades de carácter solar, como el dios Ra y la diosa Hator.

 Schiaparelli, en esta interpretación, recogía el pasaje de Plinio en que éste afirma que los obeliscos eran rayos de sol petrificados, de modo que la idea generadora de un obelisco no sería una combinación casual de líneas geométricas, sino que representaría un haz de rayos solares que irradia desde la pequeña pirámide que constituye su extremo superior y que desciende verticalmente para dar calor y fertilidad a la tierra. Las pirámides serían, en consecuencia, tanto esas escaleras que permiten que los faraones asciendan a las regiones celestes como el símbolo de la energía que hace posible la existencia de la vida.


Los Templos


Los primeros tipos de templos aparecen junto a los recintos funerarios y se destinan al culto del faraón difunto, suelen ser de pequeñas dimensiones, arquitabados y sostenidos por pilastras. En principio constan de una sola sala pero, poco a poco, su estructura se complica adquiriendo una forma tripartita: un patio con columnas alrededor (sala hipetra), una gran sala columnada (sala hipóstila) y un santuario. Así como las pirámides son una creación del Imperio Antiguo repetida luego sin variaciones, los templos adquieren autonomía en el Imperio Medio y cristalizan en el Imperio Nuevo con la aparición de los pilonos, fachadas compuestas por dos grandes lienzos de muro con forma troncopiramidal. Además de los templos de Valle (como Luxor o Karnak) existen también templos rupestres, excavados en la ladera de una montaña, bien con parte construida al exterior como el de la reina Hatseput, bien totalmente labrados en la roca como el hipogeo de Ramses II en Abu-Simbel.

Complejo de Karnak (Imperio Nuevo, XVIII D.)

A diferencia de otros templos egipcios, construidos siguiendo un proyecto unitario, el templo de Karnak no es propiamente un templo sino un conjunto de construcciones religiosas levantado a lo largo de los siglos desde el Imperio Medio a la época romana, aunque su época de esplendor se sitúa en el Imperio Nuevo. Situado en la orilla del Nilo, en las cercanías del lugar donde se levantaba la antigua Tebas, se encuentra unido al vecino templo de Luxor por una avenida de esfinges de más de 3 Km., la llamada Avenida de Nectanebo, por la que se trasladaba la imagen de Amón a Luxor una vez al año. Dedicado al culto de la triada tebana (Montú/Amón/Mut) y conocido por los egipcios como el Ipet-isut ("el lugar preferido"), se compone de tres recintos independientes dedicados a cada una de las divinidades de la triada. 

El recinto principal dedicado a Amón-Ra  parece haber sido iniciado durante la XII dinastía (Tutmes I, Imperio Medio) pero fue reconstruido durante la XVIII (Seti I y Ramses II, sala hipóstila) y se le hicieron algunas adiciones posteriores (pilono exterior XXX D.) El templo de Amón propiamente dicho se orienta de Norte a Sur consta de tres pilonos que delimitan la sala hipetra (patio de columnas abierto), la sala hipóstila (columnas papiriformes) y el santuario, el acceso a cada una de las cuales estaba rígidamente jerarquizado. En la sala hipóstila, monumental y arquitrabada como toda la arquitectura egipcia, las columnas de la parte central son más altas formando una especie de nave principal de 24 mts de anchura que sirve de eje ordenador del templo. 

Esta elevación permitía abrir ventanas con celosías de piedra que proporcionaban una luz  difusa y tamizada. Sus dimensiones (102x50 mts.) y sus 136 columnas que llegan a los 3,50 mts de diámetro la convierten en la muestra más imponente que conservamos de la arquitectura no funeraria de los egipcios.


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